jueves, 17 de julio de 2014

Reencuentro con Maximo Bistrot

Hacía tiempo que tenía ganas de volver al Restaurante Máximo Bistrot, mi primera visita no fue del todo satisfactoria y últimamente, cuando paseaba por la calle Tonalá, miraba en la distancia sus toldos negros como quien espía a esa chica con quien las cosas no salieron del todo bien.



Son tiempos de segundas oportunidades me dije, y temprano, para evitar distracciones me acerqué en busca de esa segunda oportunidad que los dos nos debíamos. En un primer momento pensé en tomar un solo plato o el menú sencillo del día, pero no era cuestión de dejar las cosas a medias así que fui a por todas.


Salteado de calamares
De primero unos calamares salteados, con jitomate y chile de árbol o cayenas (algo peligroso para el comensal despistado, ya que se camuflaban entre el jitomate). Me encantó la ensalada de hinojo que refrescaba y los toques ácidos que la acompañaban.

Mientras esperaba el segundo plato, disfruté de la tranquilidad del restaurante casi vacio. Qué contraste con ese Máximo Bistrot que conocí aquel viernes por la noche, ni una mesa libre, el servicio sin detalles, escasa iluminación y con un fuerte murmullo de fondo. Ahora era de día, la sala casi para mí, una suave brisa entraba por la ventana y me entretenía hablando con los meseros o espiando la vida de la colonia Roma.


Pollo Rostizado
Llegó el segundo, un pollo rostizado con hongo duraznillo (estamos en temporada) acompañado de puré de papa. Un sencillo plato pero bien ejecutado y presentado en una generosa ración. Lo acompañé con una copa de cabernet de bodegas Montefiori. Agradable el crujiente de la piel de pollo que se mezclaba con la carne que se bañaba en su caldo.

Había pensado en no tomar postre, las raciones son generosas en el Máximo Bistrot e incluso yo, que no le temo a grandes raciones estaba lleno. Sin embargo, toda reconciliación merece un toque dulce y me llamó la atención la panna cotta de hinojo ya que era una receta que yo había hecho la noche anterior.

Se trata de una pana cotta muy bien presentada, donde el verde de la salsa de hinojo resalta frente al blanco del plato y le da contraste a la propia pana cotta. Un suave sabor y el punto de la textura, que es donde reside el secreto de este postre italiano, bien conseguido.


Pana cotta de hinojo
La cuenta fue de 655 pesos, tres tiempos, cerveza y vino. Un precio alto para México y que quizás sorprenda para un pequeño local de la Roma, sin mayores alardes. Sin embargo, sus platos son directos y sabrosos (de ahí el punto Bistrot) y con un buen twist de refinamiento en sus presentaciones y acabados.

Sin duda, mi segunda visita al restaurante Máximo Bistrot fue mucho más agradable que la primera. Es sorprendente lo mucho que puede cambiar un restaurante dependiendo de diferentes factores como tranquilidad, servicio, iluminación, etc. Queda en mi lista de restaurantes donde ir y acertar... eso si, mejor pasar de día y antes de que llegue la multitud.

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