miércoles, 20 de mayo de 2015

Nos vemos en Puerto Escondido

Los largos trayectos en camión o autobús en México se han hecho algo habitual en mis viajes, es increíble como ha cambiado mi percepción de las distancias. Hace unos años un viaje de 3 horas me parecía una eternidad y ahora ni pestañeo por viajar 12 horas en camión hasta las costas del Pacífico. Resulta mágico subirse por la noche al bus en el DFy despertar 8 horas más tarde, observando los primeros rayos de sol en un paisaje salpicado de palmeras, cultivos frutales (aguacate, papaya, mango...) y diminutos pueblos que, más allá de las grandes ciudades del país, definen la identidad de México.


Llegando a Puerto Escondido
Al bajar del autobús en Puerto Escondido, enseguida me atacó el calor pegajoso de la costa así que pensé en refugiarme en el mercado, desayunar una buena tlayuda para celebrar mi regreso a Oaxaca y comprar algunos víveres para mi estancia en Punta Zicatela.

Deambulando por los pasillos del Mercado de Puerto Escondido pude ver la carne de res secándose en las carnicerías, los fresquísimos ejemplares de huachinango y las relucientes piezas de fruta. Sin duda, no faltaría buen producto con el que alimentarme. Antes que cargarme con más bultos fui a por mi desayuno oaxaqueño.


Tlayudas en el Mercado de Puerto Escondido
Las tlayudas son típicas de Oaxaca, consisten en una especie de tortilla gigante y crujiente (debido a su paso por el horno) que va aderezada con lo siguiente: una pequeña dosis de "asiento" (grasa), masa de frijoles, carne al gusto (bistec, chorizo, tasajo, etc.) , queso del tipo "Oaxaca" y lechuga. 




Tras mi merecida tlayuda de tasajo, (carne de res) comencé con las compras en uno de los puestos de pescado. Había un huachinango que tenía unos ojos brillantes de esos que prometen frescura y me llevé un par de filetes, también una buena ración de camarones que ayudarían a la hora del aperitivo y además me servirían para otra receta que tenía en mente: una sopa de pescado que solía hacer mi madre y quería replicar a mi manera.


Fresco, fresco... de puerto mar
En los puestos de fruta compré platanos y mangos que me servirían para desayunar. Y con eso y unos huaraches (o sandalias) nuevos estaba en marcha para ir a Punta Zicatela donde no resulta tan sencillo, ni barato, encontrar ciertos productos.





Una vez bien cargado ya podía dirigirme hacía Punta Zicatela, un pequeño pueblo que se ha convertido en uno de mis lugares favoritos de México. "La Punta" se trata de un pequeño pueblo con calles de arena, pequeñas casas de mexicanos, tres hostales donde los jovenes viajeros se alojan y una ola de izquierdas que mantiene muy entretenidos a los surfers de todo el mundo que se concentran en este pequeño paraíso... 

Suena prometedor, ¿verdad?


Las calles en Punta Zicatela acaban en el mar

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